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Reconozco que me encogí de hombros de forma considerable tras ver el tráiler de Con amor, Simon hace unos meses en el cine. Con ese avance, me vendían la típica comedieta de instituto con cuatro cientos tópicos sobre homosexuales que, francamente, me daba algo de pereza. Un mal propiciado por el departamento de marketing que pudiera ser contraproducente, pero que ahora, tras ver el film y reflexionar sobre su estrategia, es algo que me parece necesario.

Gran parte del cine LGBT se ha caracterizado, desde hace años, por reflejar en la gran pantalla lo que hemos llegado a sufrir –y seguimos sufriendo– el colectivo alrededor del mundo. Sin desmerecer a ninguno de ellos, dramas sobre la lgbtfobia de todo tipo, dramas sobre armarios, sobre desamores, sobre agresiones y especialmente sobre una de las épocas más tenebrosas de nuestra historia: el sida. Por supuesto que han existido comedias, algunas más afortunadas y celebradas que otras, pero muchas acaban como el rosario de la aurora, mientras que el cine que nos hablan de relaciones heterosexuales vive en la abundancia de las comedias románticas donde sus protagonistas acaban viviendo felices y comiendo perdices sin ningún tipo de discusión.

Con amor, Simon llega para suplir ese relativo vacío en el cine de consumo masivo de corte juvenil, un hecho que se me antoja muy relevante, puesto que otorgará una visibilidad a ciertos temas relacionados con el colectivo LGBT como nunca otra película lo habrá hecho. El chico cis y homosexual, siempre relegado a un papel secundario y estereotipado, pasa a llevar todo el peso narrativo de una película que no solo es una comedia con un target claramente juvenil, sino también una muy buena película, sólida en su estructura narrativa y eficaz en el desarrollo evolutivo de sus personajes, factores que no suelen coincidir de forma demasiado habitual.

Lógicamente sigue perpetuando el relato desde el privilegio del hombre cisgénero y caucásico de clase acomodada, cuando el colectivo LGBT abarca mucho más que eso… pero no todo iba a ser perfecto. Humilde heredera del cine de John Hughes, puede que a muchos Con amor, Simon les parezca una cinta optimista en exceso a rasgos generales, pero sin duda ejerce una grandísima e importante labor de visibilización en el mainstream en un contexto histórico que la otorga una magnitud mayor de la que sus propios responsables pueden estimar. A las personas LGBT solo hace falta que nos creamos que, al igual que Simon se dice a sí mismo en el film, nos merecemos una gran historia de amor. La comedia romántica generacional que se merecen los últimos días de la década de la diversidad.

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