Full width home advertisement

Post Page Advertisement [Top]


Empiezo 2021 de una forma inimaginable hace apenas unos días: con un 2x1, es decir, peli mala y por la tele. Que mira, lo de peli mala tiene un pase, pero ver una película por la tele (con sus interrupciones publicitarias y sus moscas en cada esquina y a cada cual más grande y molesta) para mí es traicionarme a mí mismo. A veces la vida tiene estos rebotes y uno solo puede limitarse a aguantarlos de la forma más digna posible.

Vi Independence Day: Contraataque, que la dieron anoche en Cuatro y hacía que no la veía desde su estreno en 2016. Entendí rápidamente el por qué.

Siempre he sido un fan y estoy dispuestísimo a reivindicar a muerte y cuchillo Independence Day (Roland Emmerich, 1996), no solo como puro y hasta descarado entretenimiento, sino como una obra absoluta hija de su tiempo. Y es que a mediados de la década de 1990 (o los 90, como queráis llamar esa época), el género de pelis de catástrofes resurgía con fuerza en el cine mainstream estadounidense (véase Twister, Volcano, Deep ImpactArmageddon y, por supuesto, Titanic). En esta vorágine obsesiva por ver cómo termina el mundo, nacida en gran parte por el boom de los efectos especiales generados por ordenador, vino Roland Emmerich más chulo que un ocho. Después de haber jugado un poquito con los mundos extraterrestres de Stargate, pensó que sería una idea cojonuda el meter en la siniestra ecuación desastril a más alienígenas poco afables con la condición humana. Y así fue, puesto que Independence Day, protagonizada por Will Smith, Jeff Goldblum y Bill Pullman, se convirtió en la reina de la taquilla de 1996.

Podríamos decir que esta segunda parte, subtitulada como Contraataque, también podría ser una absoluta hija de su tiempo: el que, gracias a los grandes avances tecnológicos, todo lo que te puedas imaginar (o todo lo que puedas meter) es posible recrearse digitalmente en una película. El cóctel resulta un pelín inflamable si tenemos en cuenta el ego de Emmerich, que desde 1996 ha repetido una y otra vez la misma fórmula sin demasiado éxito a muchos niveles. La presión de continuar la historia de una palomitada de culto semejante como lo es Independence Day también juega en su contra, y ya ni os cuento el no contar en el reparto con Will Smith por razones que ni recuerdo ni me importan.

El resultado son dos horas de desmesura en el lanzamiento de ideas contra la pared sin importar cuál se queda pegada y cuál no, o si realmente alguna vale la pena. No hay filtro ni control y eso repercute negativamente en el tono narrativo y, desde luego, en una lógica interna que, si tuviera una personificación en la película, esta sería el personaje interpretado por Brent Spiner.

Emmerich vuelve a repetir las pautas de la primera pero regodeándose en su holgazanería cual cerdo entre el fango. De lo delirante que es, resulta incluso entretenida; pero sin ningún momento icónico semejante a los que hicieron de su predecesora un icono de su época, todo se queda en agua de borrajas. Ni los nuevos personajes aportan la mitad de carisma de los antiguos (por lo tanto te acaban importando un bledo), ni todo lo que pasa en ella divierte y emociona lo suficiente. Ya no solo para contrarrestar el frenesí digital no apto para personas con astigmatismo (le doy 100 euros a que me sepa decir qué ocurre en cualquier escena de acción), sino para igualar y subir la apuesta de lo que fue, es y seguirá siendo la verdadera Independence Day. Qué menos, ¿no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Recuerda que un blog vive gracias a tus comentarios. :)

Bottom Ad [Post Page]